Por: Víctor Feliz Solano
La disminución en la instalación de monumentos y bustos en el paisaje urbano de las ciudades latinoamericanas no debe interpretarse automáticamente como un retroceso cultural. En realidad, esta tendencia puede reflejar una evolución en la forma en que las sociedades contemporáneas expresan y valoran su identidad y memoria colectiva. Se presentan varias razones por las cuales este cambio puede no solo no ser un retroceso, sino un avance cultural significativo.
Históricamente, muchos monumentos y bustos en América Latina han honrado a figuras coloniales o políticas que, en muchos casos, simbolizan historias de opresión o exclusión para ciertos grupos. Las críticas a estos monumentos a menudo se centran en su falta de representación de la diversidad cultural y social. Al reevaluar a quién y qué se conmemora en el espacio público, las comunidades tienen la oportunidad de crear un entorno más inclusivo que refleje una gama más amplia de experiencias y contribuciones históricas. Esto puede incluir la incorporación de figuras históricas olvidadas, mujeres, indígenas, afro descendientes y otros grupos que han sido marginados.
El arte público contemporáneo y los proyectos participativos pueden ser formas más dinámicas y accesibles de mantener la memoria colectiva. Mientras que los monumentos tradicionales son estructuras estáticas, las nuevas formas de arte público pueden involucrar a la comunidad de maneras más interactivas y participativas. Instalaciones temporales, murales, performances y otras expresiones artísticas pueden fomentar un sentido de pertenencia y participación activa, haciendo que el público se sienta más conectado con su patrimonio cultural.
Las ciudades modernas enfrentan numerosos desafíos, desde el crecimiento urbano hasta el cambio climático, que requieren soluciones innovadoras y multifuncionales. La creación de espacios públicos que pueden ser utilizados para una variedad de actividades, y que pueden adaptarse a las necesidades cambiantes de la población, puede ser más beneficiosa a largo plazo. Parques multifuncionales, plazas con instalaciones para eventos culturales y deportivos, y áreas verdes interactivas son ejemplos de cómo el diseño urbano puede evolucionar para servir mejor a las comunidades.
La gestión de recursos públicos es crucial, especialmente en contextos donde los presupuestos son limitados y las necesidades son muchas. Los monumentos y bustos no solo requieren inversiones significativas para su creación, sino también para su mantenimiento a lo largo del tiempo. En muchos casos, puede ser más eficiente destinar recursos a proyectos que ofrezcan beneficios tangibles y directos a la comunidad. Espacios verdes, instalaciones deportivas, centros comunitarios y otras infraestructuras pueden tener un impacto más inmediato y duradero en la calidad de vida de los ciudadanos.
En lugar de ver la disminución de monumentos tradicionales como una pérdida, se puede considerar como una oportunidad para reinterpretar y redescubrir el patrimonio cultural de nuevas maneras. Esto incluye el uso de tecnologías digitales, exposiciones temporales y otras formas de expresión artística que pueden llegar a nuevas audiencias y generar mayor interés y conexión con la historia y la cultura locales. Proyectos como aplicaciones de realidad aumentada que permiten a los usuarios explorar la historia de su ciudad o exposiciones itinerantes pueden revitalizar el interés en el patrimonio cultural.
En definitiva, la evolución en la forma de conmemorar y decorar los espacios públicos no debe verse necesariamente como un retroceso cultural. Más bien, refleja una adaptación a las realidades y valores de la sociedad actual, y puede enriquecer el patrimonio cultural haciéndolo más relevante y accesible para las generaciones presentes y futuras. Al enfocarse en la inclusión, la interactividad, la sostenibilidad y la funcionalidad, las ciudades pueden crear espacios públicos que no solo honren el pasado, sino que también sirvan a las necesidades presentes y futuras de sus comunidades. Esta evolución cultural es una señal de progreso, mostrando una mayor sensibilidad hacia la diversidad y una mejor gestión de los recursos públicos.