En el Presupuesto General del Estado para 2025, que asciende a RD$1,484 mil millones, un rubro alarmante reclama su espacio: las ayudas sociales, donaciones y subvenciones suman RD$66,300 millones, equivalente a cerca del 4.5% del gasto total, devorando recursos que podrían catalizar los sectores productivos del país. Programas como las transferencias condicionadas a hogares y personas (RD$49,685 millones) o subsidios a empresarios privados (RD$13,500 millones) son vitales para amortiguar la pobreza que afecta al 23% de la población dominicana, pero su peso desproporcionado eclipsa la inversión pública, que apenas alcanza el 0.4% del PIB —alrededor de RD$32 mil millones—, según proyecciones del Ministerio de Hacienda. Esta asignación refleja una visión asistencialista que, aunque noble, perpetúa la dependencia en lugar de fomentar la autosuficiencia: mientras el agropecuario y la industria manufacturera, pilares de la economía con un crecimiento proyectado del 4.8% en el primer trimestre, reciben migajas para innovación y infraestructura, el grueso del erario se diluye en paliativos efímeros, agravando un déficit fiscal que podría rozar el 3% del PIB y limitando el potencial exportador en un contexto regional competitivo.

Es imperativo un reequilibrio urgente: redirigir al menos un 2% adicional del presupuesto hacia inversión productiva, fortaleciendo fondos para carreteras rurales, formación técnica en zonas francas y subsidios focalizados a la agricultura sostenible, que podría elevar el PIB per cápita en un 5% anual si se prioriza. La CEPAL ha advertido que sin este giro, naciones como República Dominicana quedarán atrapadas en el ciclo de bajo crecimiento (alrededor del 3% para 2025), donde el asistencialismo sustituye al desarrollo. Los legisladores deben actuar: un presupuesto transformador no solo reparte subsidios, sino que siembra las semillas de la prosperidad industrial, asegurando que el “bienestar” de hoy no hipoteque el mañana de las nuevas generaciones. De lo contrario, este alto porcentaje en ayudas no será un escudo social, sino una cadena que frena el despegue económico de la nación.