Noticias bajo fuego

por | Jun 17, 2025 | Opinión

El poder oculto de la nueva inquisición en la era de la información digital.

Por: Pavel De Camps Vargas

En un mundo polarizado por guerras, conflictos y desinformación, el consumo de noticias digitales define no sólo qué sabemos, sino qué lado apoyamos. La prensa tradicional pierde terreno, mientras voces independientes emergen como claves para entender la verdad oculta.
Vivimos una era donde la verdad es disputada en tiempo real. En abril de 2025, el ecosistema informativo global refleja una revolución: el 77.9% de los usuarios de internet mayores de 16 años consume prensa digital semanalmente. Este cambio de hábito marca no solo una transición de formato, sino una profunda alteración en el equilibrio de poder comunicacional. En tiempos de conflictos bélicos, como los que afectan a Ucrania, Gaza, Sudán o Haití, la forma en que la población accede a las noticias tiene implicaciones políticas, sociales y humanas de gran alcance.

Comunicación en tiempos de guerra: información como arma

Hoy, las guerras no solo se libran con drones o tanques, sino también con titulares, tuits y transmisiones en directo. La propaganda digital ha reemplazado los panfletos de antaño. Grandes medios de comunicación, bajo agendas económicas, ideológicas o geopolíticas, suelen presentar una visión parcial del conflicto. Esta narrativa a menudo invisibiliza el sufrimiento civil o minimiza las violaciones al derecho internacional cuando son cometidas por “aliados estratégicos”.

El control de la información permite moldear percepciones y fabricar consensos: decidir qué país es un agresor o una víctima, qué atrocidades merecen atención y cuáles se silencian. Esto ha vuelto más crucial que nunca el papel de voces independientes: periodistas de campo, medios emergentes y analistas ciudadanos que, a través de redes sociales o plataformas descentralizadas, ofrecen contextos omitidos por las cadenas tradicionales.

Los independientes: una ventana a la realidad completa

Figuras como Bellingcat, Democracy Now!, y múltiples periodistas freelance han demostrado que los ciudadanos pueden acceder a ángulos más honestos y reales de un conflicto si diversifican sus fuentes. En muchas ocasiones, los videos grabados por residentes locales, las transmisiones en directo desde territorios ocupados o los análisis de académicos independientes terminan contradiciendo los relatos oficiales. Esa pluralidad informativa —aunque difícil de filtrar en un mar de desinformación— resulta vital para entender el verdadero impacto de las guerras.

Mientras los medios tradicionales muchas veces reproducen versiones gubernamentales, estas voces emergentes equilibran el relato. Por eso, cada vez más personas consumen noticias directamente desde X (Twitter), Telegram o incluso TikTok, aunque con los riesgos que implica la ausencia de verificación. El dilema ya no es acceso, sino discernimiento.

El consumo global de noticias digitales en cifras

Los datos lo confirman: los usuarios dedican en promedio 2h56m semanales a la prensa online, frente a solo 1h37m a la prensa impresa. Países como Brasil (5h45m) y Grecia (4h52m) lideran este hábito, mientras que Japón y Arabia Saudita no superan las 2 horas. La frecuencia semanal de lectura digital también aumenta: el promedio mundial es 2.97 días, aunque en Grecia, Portugal y Brasil supera los 4 días semanales. A pesar de esta alta exposición, apenas el 9.4% paga por noticias, lo que amenaza la sostenibilidad del periodismo profesional.

República Dominicana: entre hiperconexión y desinterés económico

En República Dominicana, el panorama refleja una paradoja: el consumo informativo es alto, pero el valor otorgado a ese contenido sigue siendo bajo. Entre el 61% y el 83% de los dominicanos accede cada mes a noticias en línea, lo que equivale a entre 7 y 9.4 millones de personas. El hábito informativo es frecuente —alrededor de 4 a 5 días por semana— y los usuarios dedican en promedio de 3 a 4 horas semanales a noticias digitales.

Las redes sociales dominan como canales de acceso: Facebook, WhatsApp y YouTube lideran, mientras los portales noticiosos tradicionales aún retienen parte de la audiencia. Sin embargo, menos del 5% de los consumidores está dispuesto a pagar por contenido informativo. Esto deja a los medios dependientes de modelos publicitarios o subsidios, reduciendo su independencia editorial y aumentando su vulnerabilidad frente a intereses económicos o políticos. En tiempos donde la desinformación se viraliza con facilidad, esta fragilidad del ecosistema informativo dominicano representa una amenaza seria para la democracia y el derecho a una ciudadanía bien informada.

Un caso reciente lo evidenció con claridad: el artículo publicado por Vatican News el 10 de junio de 2025 titulado “Haití y República Dominicana: dos infiernos para un mismo pueblo”, provocó una profunda indignación nacional. La pieza, que presentaba una visión distorsionada y generalizada de la situación en República Dominicana, acusando al país de ser un “infierno” para los ilegales haitianos, fue interpretada por muchos como una narrativa injusta, desinformada y parcializada. A pesar de su falta de rigor, el contenido tuvo una alta visibilidad internacional, generando consecuencias reputacionales negativas para la nación. Este episodio demuestra cómo una narrativa internacional errada, al ser amplificada sin el debido contexto ni contraste, puede afectar la imagen de un país entero, reforzando estigmas y generando polarización. En este contexto, la necesidad de una prensa nacional crítica, articulada y activa es más urgente que nunca. Pero lo que el vaticano no vio que decirle a la República Dominicana que es un infierno, está negando su propia FE, ya que es la única bandera que posee una biblia, la cruz de cristo y se menciona claramente a Dios.

¿Una victoria de la oscuridad?

La guerra por la verdad no se libra solo en los campos de batalla, sino en nuestras pantallas. En un contexto donde la propaganda digital intoxica la conversación pública, el consumo de noticias debe ser más que pasivo: debe ser estratégico, informado y ético. Los ciudadanos tienen la responsabilidad de buscar múltiples fuentes, contrastar versiones y apoyar a los medios que aún resisten la presión del clickbait y la censura.

Sin embargo, el reciente episodio protagonizado por el Vaticano pone sobre la mesa una interrogante inquietante: ¿qué busca realmente una institución religiosa al emitir un juicio geopolítico tan cargado y desbalanceado? ¿Está participando en una guerra simbólica para manipular percepciones internacionales sobre la República Dominicana? ¿O simplemente se ha dejado arrastrar por una narrativa ideológica que daña en vez de ayudar? ¿O es que la misma iglesia ataca a la única bandera del mundo que inicia con su emblema Dios, Patria y Libertad, posee una cruz de la fe católica y además posee la biblia en el versículo Juan 8:32, que dice: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres», lo que va contra de su propia fe que predica?

Cuando instituciones de tanto peso contribuyen a la desinformación, intencionalmente o no, contribuyen a debilitar las democracias, a alimentar prejuicios y a deslegitimar esfuerzos nacionales legítimos. La desinformación no solo distorsiona realidades: erosiona libertades, manipula emociones y siembra sospechas. Es volver el discurso a la era de la inquisición.

Si el Vaticano pretende ejercer influencia desde lo moral, ¿puede hacerlo mintiendo o parcializando la verdad? ¿Y si en lugar de defender la paz está encendiendo fuegos, como en sus tiempos de la inquisición, con relatos que ocultan más de lo que muestran? En esta guerra informativa global, cada palabra importa, cada silencio pesa, y cada omisión construye una realidad paralela.

¿Estamos ante una cruzada espiritual… o frente a una victoria silenciosa de la oscuridad?

 

 

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