En la República Dominicana urge un replanteamiento profundo del modelo de movilidad. Hemos construido una estructura urbana que favorece la expansión de avenidas y la importación masiva de vehículos privados, olvidando que el verdadero desarrollo se mide por el acceso eficiente, equitativo y sostenible al transporte colectivo. Esta visión ha generado ciudades congestionadas, un entorno cada vez más contaminado y una movilidad excluyente que penaliza a quienes no pueden costear un vehículo propio.
Es momento de colocar en el centro del debate nacional un modelo de transporte público digno, moderno y accesible, que incentive menos el uso del automóvil y promueva más la eficiencia del sistema colectivo. Invertir en trenes urbanos, corredores de autobuses organizados, ciclovías y espacios peatonales no es un lujo, es una necesidad urgente para el orden, la justicia social y la salud pública. La movilidad no puede seguir siendo sinónimo de motor, sino de soluciones colectivas.
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