Desde exuberantes aves acuáticas, endémicas, nativas y migratorias, tales como los flamencos, garzas reales y “gallinas de agua”, hasta cocodrilos americanos e higuanas rinoceronte, en los humedales dominicanos la biodiversidad es rica, amplia y atrayente.
Santo Domingo, República Dominicana.- Seguro los has visto o has visitado alguno de ellos. Los humedales son cuerpos de agua localizados en medios terrestres que pueden ser naturales o artificiales, cuyos aportes al equilibrio ecológico y a la propia actividad humana son diversos y muy importantes.
Nuestro país tiene impresionantes lagos, lagunas, así como humedales de menor tamaño, tanto de agua dulce como salada.
De acuerdo a una publicación colgada en el sitio web del Ministerio de Medio Ambiente, los humedales naturales dominicanos ocupan aproximadamente 2,195 kilómetros cuadrados.
Entre ellos se destacan: los Humedales del Parque Nacional Jaragua, los del Parque Nacional de Montecristi, Parque Nacional Lago Enriquillo (Humedal Internacional o Sitio Ramsar), Laguna de Oviedo, los del Bajo Yuna, Laguna de Bávaro, Laguna Redonda y Laguna Limón, Caño de Estero Hondo, Laguna de Cabral o Rincón (Humedal Internacional o Sitio Ramsar). Esta última, según el referido portal estatal, es el humedal de agua dulce más grande del país.
También resalta el Parque Nacional Humedales del Ozama, los del Cinturón Verde de Santo Domingo y los del Cachon de la Rubia.
Atractivos por la biodiversidad que albergan y valiosos para la actividad humana, el Ministerio de Medio Ambiente explica que los humedales artificiales ocupan casi 4,291.56 kilómetros cuadrados, en su mayoría tierras agrícolas irrigadas, canales, depresiones inundables, presas o represas y otros reservorios de agua, que son aprovechados para el cultivo de arroz, yautía, langostas, camarones, peces y otros alimentos.
Agrega dicho ministerio que el día 2 de febrero de 1971 se declaró el Día Mundial de los Humedales, mediante la Convención Internacional para la Conservación de los Humedales, conocida también como la Convención Ramsar, por el nombre de la ciudad de Irán donde se firmó. Su entrada en vigor ocurrió en el año 1975, con la participación de más de 100 países, de los cuales la República Dominicana forma parte.
Desde exuberantes aves acuáticas, endémicas, nativas y migratorias, tales como los flamencos, garzas reales y “gallinas de agua”, hasta cocodrilos americanos e higuanas rinoceronte, en los humedales dominicanos la biodiversidad es rica, amplia y atrayente.
Son el preciado hogar de especies únicas de peces, como el titaco de Oviedo (Cyprinodon nicholsi), de tortugas hicoteas, así como un amplio número de animales terrestres, tales como la jutía y el solenodonte.
En cuanto a su flora, en los humedales dominicanos encontramos los manglares, destacados por el Ministerio de Medio Ambiente como “ecosistemas únicos y vulnerables” que “prestan bienes y servicios a la silvicultura y la pescadería, contribuyendo a la protección del litoral y son vitales para atenuar los efectos del cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria para las comunidades locales, pero en estos momentos de amenazas de tormentas y huracanes, son la primera barrera de defensa con la que contamos”.
Como puedes notar, tanto la naturaleza como la actividad humana se benefician de los humedales, refugios para la vida silvestre donde especies en peligro de extinción encuentran condiciones ecológicas favorables para habitar, anidar, desovar y hasta hacer una pausa tras un largo recorrido migratorio desde lejanas latitudes.
Muchos de estos cuerpos de agua nos alegran la vista y el oído por su belleza, el canto de aves y la quietud que les acompañan, por lo que son lugares ideales para hacer descanso y tener contacto con la naturaleza, mientras hacemos una pausa para recargar energías y seguir adelante.
Ahora que conoces la importancia de los humedales dominicanos, ¿te animas a incluirlos en tu próxima aventura para recorrer tu país?
Por: Yuris Paniagua
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