En tiempos donde el estrés, la ansiedad, la depresión y otros trastornos emocionales afectan a miles de dominicanos, la salud mental debe dejar de ser un tema invisible o tabú. El Estado dominicano, como garante del bienestar colectivo, tiene la responsabilidad de integrar la salud mental en su agenda de comunicación pública. Más allá de promover obras o logros de gestión, urge destinar una partida clara y sostenida dentro del presupuesto de publicidad estatal para campañas educativas, preventivas y de sensibilización sobre salud emocional.
Una sociedad bien informada es una sociedad más empática, más funcional y más saludable. Campañas que hablen del autocuidado, la empatía, la prevención del suicidio, el manejo del estrés y el acceso a ayuda psicológica pueden salvar vidas y cambiar entornos familiares, escolares y laborales. Así como se invierte en prevención vial o promoción turística, se debe invertir con igual prioridad en fortalecer la conciencia emocional de la población, sobre todo en un país donde el acceso a servicios de salud mental es limitado y aún estigmatizado.
Invertir en salud mental no es un lujo, es una decisión estratégica y humanista. El Estado tiene en sus manos una herramienta poderosa: la comunicación. Utilizarla para sanar, orientar y educar puede marcar una diferencia profunda en la calidad de vida de millones de dominicanos. La salud mental es salud pública, y su cuidado debe ser visible, constante y prioritario.
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