Por: Senador Rafael Barón Duluc

Provincia La Altagracia

En las aceras, ríos, cañadas y playas de la República Dominicana, se repite un patrón doloroso y alarmante: vasos, platos y envases de foam acumulados como residuos que tardarán cientos de años en desaparecer. Esta realidad no solo afea nuestras ciudades y contamina nuestros ecosistemas, sino que representa una amenaza directa a la salud pública y al equilibrio ambiental.

Ante esta situación, hemos decidido actuar con firmeza. Hemos presentado un proyecto de ley que establece la prohibición progresiva del uso y comercialización del foam o poliestireno expandido en todo el territorio nacional. Esta medida busca poner fin a una práctica insostenible que ha sido tolerada durante demasiado tiempo.

¿Por qué prohibir el foam?

Porque no se biodegrada. A diferencia de otros residuos orgánicos o incluso ciertos plásticos reciclables, el foam permanece en el ambiente durante siglos. Se fragmenta en partículas diminutas (microplásticos), que terminan en los océanos y son ingeridas por peces, aves marinas y eventualmente por los seres humanos.

Porque no se recicla de forma efectiva en el país. Su bajo valor comercial y su composición hacen que sea prácticamente inviable su recolección y transformación. En la práctica, esto significa que la mayoría de los productos de foam terminan en vertederos, cañadas o directamente en la naturaleza.

Porque representa un peligro para la salud humana. Estudios internacionales han advertido sobre la liberación de sustancias químicas potencialmente cancerígenas cuando el foam se expone a altas temperaturas, como ocurre al servir alimentos calientes o al ser incinerado informalmente.

Y porque existen alternativas sostenibles, como materiales biodegradables, papel reciclado, cartón, bagazo de caña, entre otros. La transición hacia estos productos es perfectamente viable, y países de nuestra región, como Colombia, Panamá, Puerto Rico o varias ciudades de México, ya han dado este paso con éxito.

Este proyecto de ley no es arbitrario ni improvisado. Prevé un período de transición razonable para que comerciantes, industriales y consumidores se adapten, acompañado de campañas de concienciación y apoyo a la producción local de materiales alternativos. No se trata de castigar, sino de orientar hacia un nuevo modelo de consumo más responsable.

El foam, por su bajo costo y facilidad de uso, se convirtió en parte de nuestra cotidianidad. Pero no todo lo que es barato resulta justo o sano. Llegó el momento de asumir que el precio real del foam lo está pagando el planeta… y lo estamos pagando todos nosotros.

La República Dominicana debe alzar la bandera del liderazgo ambiental en el Caribe. Decir adiós al foam es más que una decisión legislativa: es un acto de dignidad nacional, de respeto por nuestra tierra, por nuestras costas, y por las generaciones futuras.