Reseña a «Challengers» de Luca Guadagnino con Zendaya, Mike Waist y Josh O' Connor.
De hecho, es en un reñido partido de tenis el que enmarca la historia de Challengers, una final que ve el enfrentamiento entre dos jugadores que se conocen desde siempre, pero en momentos muy distintos, casi opuestos, de sus carreras. Todo bajo la atenta mirada de Tashi Duncan. Tashi es una antigua joven prodigio que ahora se dedica a seguir a su marido Art, uno de los dos deportistas comprometidos en el campo, un gran campeón en un momento de dificultad del que la mujer intenta sacarle.
El enfrentamiento con su adversario Patrick forma parte de este proceso de renacimiento, pero la estrategia de Tashi para relanzar la carrera de su marido da un giro inesperado debido a la aparición de su pasado, de las relaciones interpersonales que se han desarrollado entre ambos a lo largo del tiempo, durante diez años de conocerse. Golpe tras golpe, como en la pista de tenis.
El tenis lo juegan dos jugadores (o cuatro en el caso de los dobles), pero el partido que se desarrolla a lo largo de Challengers lo juegan tres figuras. Tashi, Art y Patrick no son sólo vértices de un triángulo amoroso, como sugería erróneamente el tráiler de la película, sino algo más que se ha desarrollado, ha cambiado, ha evolucionado a lo largo de sus vidas. La nueva obra de Luca Guadagnino es, básicamente, una película de personajes, una historia construida sobre ellos y que cuenta con un excelente trabajo de escritura capaz de dotar al reparto de las herramientas necesarias para traducirse en pantalla, y hacer creíbles y comunicativos a los tres protagonistas de este encuentro/choque.
Los dos jugadores y una espectadora poco convencional forman un triunvirato de deseos obsesivos. Tashi Donaldson (Zendaya) era una prometedora prodigio del tenis en la Universidad de Stanford cuyos sueños de convertirse en profesional se vieron truncados por una devastadora lesión. Comparte un pasado y un presente con los dos competidores a los que analiza atentamente. Art Donaldson (Mike Faist) y Patrick Zweig (Josh O'Connor) compitieron juntos una vez como jugadores de dobles de tenis. Además de compartir una fijación por el tenis, los dos también compartían una obsesión por Tashi. Ambos acaban siendo amantes de Tashi, y Art acaba ganando su mano en matrimonio.
Desde el punto de vista narrativo, apoyándose en el guión de Justin Kuritzkes (marido de Celine Song, directora de Vidas pasadas, y colaborador de Guadagnino también en el guión de Queer, que el director de Palermo ha adaptado de la novela de William S. Burroughs y que con toda probabilidad participará a concurso en el próximo Festival Internacional de Cine de Venecia), Guadagnino hace todo lo posible en un continuo baraja de cartas, en un ir y venir espacio-temporal que traslada la acción desde la actualidad -agosto de 2019- hasta la época de los campeonatos juveniles, y luego hacia adelante tanto durante la experiencia universitaria de Tashi y Art (Patrick opta inmediatamente por el profesionalismo) como después en un torneo en Atlanta, donde obviamente se reaviva la llama entre la chica y Patrick.
El triángulo amoroso, sin embargo, nunca llega a explotar, tanto porque la historia de amor entre Tashi y Art no tiene consistencia real -a pesar de que ambos tienen también una hija, y de todos modos llevan casados unos diez años– como porque la gran pasión entre Patrick y la mujer está fríamente perfilada, aunque para moverse en el territorio de la metáfora en un momento dado Guadagnino abruma a los dos con un auténtico vendaval. Y así la reflexión sobre la amistad/amor masculino, que es el punto de resolución de la película, se debilita, sobre todo en su explosión emocional que al principio se contiene y cuando tiene que emerger, en el hipercinético crescendo final, irrumpe con tal entusiasmo que exaspera.
E incluso si surgen citas del siempre amado Bernardo Bertolucci – la relación entre los dos muchachos parece a veces seguir la dialéctica entre Robert De Niro/Alfredo Berlinghieri y Gérard Depardieu/Olmo Dalcò en la película 1900, hasta el punto de que el menciona encuentro en el hotel con Tashi menciona el famoso encuentro a tres bandas del amo y el granjero con la prostituta interpretada por Stefania Casini-, Es interesante observar que Guadagnino adopta una perspectiva de producción no tan alejada de la media de los productos estadounidenses, especialmente los de finales de los noventa y principios de los dos mil.
Y éste es quizá el aspecto más interesante y peculiar de Challengers, y del cine reciente de Guadagnino en su conjunto. Así, como en la mejor tradición de Hollywood, los tres espléndidos protagonistas (Zendaya, Mike Faist, Josh O'Connor), prácticamente los únicos personajes en escena suplen cualquier pasaje vacío de la película.
En una película en la que siempre se habla de tenis porque todo es tenis, y obviamente nada es realmente tenis, y por tanto Guadagnino puede aprovechar el elemento deportivo para lanzarse a una serie casi infinita de desfases temporales, cambios de perspectiva, intuiciones técnicas, en una zarabanda visual que, aunque capaz de construir una estructura por momentos seductora, parece sobre todo una oportunidad para arrancar un «oh» de asombro a los espectadores.
Del mismo modo que un Mansour Bahrami que disfruta deleitando al público al no tener más deberes competitivos que cumplir, Guadagnino aborda la dirección de Challengers con una zarabanda visionaria que nunca llega a traducirse en significado: se lanza a la subjetiva de una raqueta (la de Patrick, que conste), hace que los dos atletas se mueven sobre una superficie transparente para simular un tiro desde debajo del terreno de juego, hace avanzar la cámara, despreocupada de la pelota -que casi siempre está visible en el encuadre, lo que revela su inverosimilitud real-, hasta llegar al primer plano de Tashi, que sigue los intercambios a una velocidad diferente de la de un público que se ve obligado mecánicamente a mover la cabeza de derecha a izquierda y viceversa.
Y también hay ritmo en Challengers. Hay dinamismo y pulsación gracias a la cadencia del guión, a la alternancia de planos narrativos, modos y estados de ánimo. Una cadencia dada en la escritura que se refleja y concreta en el armonioso trabajo de construcción audiovisual puesto en marcha por Luca Guadagnino: montaje, sonido y música se mueven en simbiosis para sostener este ritmo, para seguir los tiempos y giros de la historia, apoyándola sin engullir.
Y no es casualidad que hayamos utilizado el atributo armonioso para describir el logrado conjunto que es Challengers, porque también es fundamental el trabajo en la música que firman Trent Reznor y Atticus Ross, cada vez más una certeza cuando ponen su trabajo al servicio de una historia.
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