La isla de La Española es el espejo perfecto en el que se reflejan dos tipos de colonizaciones europeas: mientras en esta parte española de la isla se había producido una integración y un proceso de mestizaje, en el Saint-Domingue francés, muy al contrario, se produce la segregación racial fue absoluta
Aunque la primera isla a la que llegó la expedición española comandada por el almirante Cristóbal Colón fue San Salvador, actualmente en las Bahamas, el primer asentamiento conocido y perfectamente fechado de europeos en América se produce en la isla de La Hispaniola o Española, tras encallar, el 24 de diciembre de 1492, la nao capitana, la Gallega o Santa María, (en la época los navíos solían tener dos nombres, el común, por su lugar de procedencia y el oficial que solía hacer referencia al santoral).
Con los restos del barco se construyó el denominado fuerte de Navidad, en una parte de la isla que actualmente corresponde a la República de Haití. Los habitantes de este primer asentamiento fueron masacrados por los indígenas. Un caso muy similar al que se repetiría casi un siglo más tarde en la isla de Roanoke con el primer asentamiento inglés, (en la actual Carolina del Norte, en donde previamente los españoles habían tenido las mismas desastrosas experiencias).
En cualquier caso, la destrucción del fuerte y sus ocupantes no detuvo la conquista de la isla, en donde se fueron sucediendo diversos emplazamientos, incluyendo, en 1502, Santo Domingo, el considerado asentamiento europeo permanente más antiguo de América. Al tiempo, las minas de oro de la denominada Concepción de la Vega y las plantaciones de caña de azúcar aseguraron un muy alto poder adquisitivo a los primeros españoles.
Sin embargo, y pese a que las muy pioneras leyes de Burgos de 1512, protegían a los nativos de la esclavitud, surgieron problemas. Por un lado, no faltaban algunos encomenderos que se excedían en el maltrato a los indios y, por otro lado, la elevada mortandad de estos, por la falta de inmunidad a las enfermedades europeas y muy especialmente a la viruela, que hizo estragos en la población local.
Todo ello motivó la rebelión de Enriquillo, un noble taino que se alzó contra las autoridades españolas en 1519 y que mantuvo la lucha, hasta que en 1533 firmó un acuerdo de paz con el capitán Barrionuevo. Sin embargo, nuevos acontecimientos volvieron a generar inestabilidad en la isla.
El agotamiento de las minas de Concepción de la Vega, el descubrimiento de nuevas y muy ricas civilizaciones continentales, con expediciones como las de Cortés, Pizarro, Almagro y muchos otros y que hizo que, para muchos españoles, incluyendo el propio Hernán Cortés, tomasen La Española como un sitio de tránsito. Además, el excesivo celo administrativo llevó a que Santo Domingo fuese el único puerto de la isla autorizado para comerciar con Sevilla. En consecuencia, parte de los españoles se desplazaron hacia Cuba o el continente en buscas de mejores oportunidades, dejando vacías partes importantes de la isla y motivando que desde otros puertos se iniciasen actividades de contrabando.
Por si todos estos problemas fuesen pocos, en 1655, Oliver Cromwell, despachó una enorme flota de 38 navíos y nueve mil hombres entre tropa y marinería, con el almirante William Penn y el general Robert Venables al frente para conquistar la isla. Por su parte, el gobernador de la isla, el conde de Peñalva, apenas contaba con 600 fusileros españoles y un grupo de vaqueros, que reconvirtió en un pequeño regimiento de lanceros de caballería.
La desproporción de fuerzas era de tal magnitud que incluso la población total de la isla, incluyendo a ancianos, mujeres y niños, era inferior a la de la expedición inglesa. Sin embargo, la brillante estrategia seguida por Peñalva, más la peculiar e inesperada ayuda del más extraño aliado que uno se pueda imaginar, provocaron, contra todo pronóstico, la victoria de los españoles. Para los interesados en esta apasionante batalla me remito al artículo publicado en El Debate sobre la derrota de los ingleses en Santo Domingo.
Conjurado el peligro inglés, la despoblación de la isla, especialmente en su parte más occidental, a la que antes me refería, generó otros problemas, ya que fue aprovechada por piratas franceses y neerlandeses para establecerse. De hecho, la palabra «bucanero», del francés boucanier, se refería originariamente a cazadores y aventureros de esta parte de la isla dedicados a cazar y ahumar cerdos salvajes y que terminaron dedicándose a la piratería. En 1665, el rey francés Luis XIV decidió reconocer oficialmente esos asentamientos como Saint-Domingue. En 1697, por el tratado de Rijswijk, España cederá a Francia estos territorios que la corona francesa reconvertirá en enormes plantaciones de caña de azúcar, introduciendo masivamente esclavos africanos como mano de obra.
Las dos almas de La Española
Curiosamente la isla de La Española es el espejo perfecto en el que se reflejan dos tipos de colonizaciones europeas. Por un lado, la hispana que, junto a puertos, ciudades y aduanas, en épocas tan tempranas como 1511 funda la Real Audiencia de Santo Domingo, en 1518 los dominicos crean una institución de enseñanza para educar a los nativos que se termina convirtiendo en 1538 en la universidad de Santo Tomás de Aquino, una de las primeras de América.
Aún hoy se pueden visitar muchas obras arquitectónicas de la época de la capitanía general, como la catedral de Santa María la menor, la primera construida en América, la puerta del Conde, el palacio de Borgellá, (sede de la real audiencia en el siglo XIX) o el parque Colón. La denominada ciudad colonial de Santo Domingo es considerada patrimonio de la humanidad desde 1990.
Una República Dominicana, ya independiente, pidió en 1861 volver a formar parte de España
Como curiosidad se podría señalar que, en el siglo XIX, una República Dominicana, ya independiente, pidió en 1861 volver a formar parte de España, aunque la pésima gestión de los gobiernos españoles de la época con la isla, provocó una nueva independencia cuatro años después. A pesar de un muy convulso siglo XX, la República Dominicana es, hoy en día, una de las principales economías del Caribe, con un crecimiento medio de alrededor del 5 % anual en las últimas décadas.
Mientras en esta parte oriental de la isla se había producido una integración y un proceso de mestizaje entre españoles, autóctonos y afroantillanos, así como iglesias, palacios, hospitales, comercios y los edificios de la universidad dominaban las calles de Santo Domingo; en el Saint-Domingue francés, muy al contrario, se produce la segregación racial fue absoluta y mientras una minoría metropolitana disfrutaba, en sus mansiones coloniales, los beneficios que les proporcionaban las plantaciones, la abrumadora mano de obra esclava vivía hacinada en barracones en condiciones lamentables.
Junto al aislamiento internacional y la falta de infraestructuras, universidades y empresas sumió a Haití en un marasmo financiero y en una economía de supervivencia
Todo ello motivó que unos 50.000 esclavos iniciasen una cruenta rebelión armada en 1791 (en la que muchos terratenientes franceses fueron exterminados) y que, tras muchas vicisitudes, concluyó en 1804 con la creación de la República de Haití, que tuvo hacer frente al pago de 90 millones de francos en oro a su antigua metrópoli en concepto de indemnización a los colonos por la pérdida de sus plantaciones, bajo la amenaza de invasión y restauración de la esclavitud.
El pago de semejante suma, junto al aislamiento internacional y la falta de infraestructuras, universidades y empresas sumió a Haití en un marasmo financiero y en una economía de supervivencia. Para colmo de males, el considerado país más pobre de América sufrió en 2010 un terremoto que arrasó con el 70 % de los inmuebles y que causó más de 300.000 fallecidos. En la actualidad, además de ser el país con menor renta per cápita de todo el hemisferio occidental, se enfrenta a una enorme inestabilidad política. La sociedad haitiana, por su parte, sigue exigiéndole a Francia que les devuelva la indemnización pagada bajo coacción, que denominan «deuda histórica».
En 2015, el entonces Presidente Françoise Hollande reconoció que Francia tenía una deuda moral con Haití. Aunque, para frustración de los haitianos, de la deuda económica no dijo nada.
fuente: El debate
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