Estados Unidos. Según el Miami Herald, Estados Unidos está sopesando opciones para atacar objetivos dentro de Venezuela vinculados a redes de narcotráfico, lo que supone una fuerte escalada con respecto a las recientes interdicciones marítimas.

Según informa The Herald, la planificación ha avanzado más allá de las operaciones marítimas, ya que Washington está trazando mapas de posibles objetivos terrestres en caso de que el presidente Donald Trump autorice ataques.

Por otra parte, The Wall Street Journal afirma que un portaaviones estadounidense se está desplazando al teatro de operaciones con destructores armados con misiles de ataque terrestre Tomahawk, además de aviones de guerra electrónica F/A-18 Super Hornet y EA-18 Growler; capacidades que ampliarían las opciones de ataque.

Analistas de defensa comentaron al Journal que los ataques aéreos iniciales podrían presionar al círculo íntimo de Nicolás Maduro, aunque la medida conlleva un grave riesgo de una reacción violenta de unidad nacionalista.

El Journal también señala que las acusaciones estadounidenses contra Maduro y sus principales colaboradores aumentan el costo personal de cualquier salida negociada, lo que complica los cálculos dentro del régimen.

El almirante retirado James Stavridis declaró al Journal que una primera oleada podría atacar objetivos navales y aéreos en tierra, con una posible segunda fase contra «objetivos de liderazgo», y añadió que la creciente presión aún podría llevar a Maduro a «retirarse».

El impulso para considerar objetivos terrestres surge tras una serie de ataques estadounidenses contra presuntos barcos venezolanos de narcotráfico.

El 2 de septiembre, fuerzas estadounidenses atacaron una embarcación que la Casa Blanca vinculó con la banda Tren de Aragua, matando a 11 personas.

Un segundo ataque, el 15 de septiembre, mató a tres personas más a bordo de otra supuesta embarcación de contrabando, y la administración señaló que las acciones marítimas podrían ampliarse.

Días después del primer ataque, dos F-16 venezolanos volaron cerca de un destructor estadounidense en aguas internacionales; el Pentágono lo calificó de «altamente provocativo» y advirtió a Caracas que no interfiriera con las operaciones antinarcóticos.

Venezuela ha denunciado la campaña como una agresión y ha cuestionado las pruebas estadounidenses; el ministro de Comunicación, Freddy Ñáñez, sugirió que el video del ataque inicial podría haber sido manipulado.

Los comentarios oficiales de Estados Unidos sobre los posibles objetivos terrestres siguen siendo limitados, pero el Pentágono ha enmarcado repetidamente las acciones recientes como necesarias para desarticular redes que «amenazan a los estadounidenses», al tiempo que retiene detalles sobre las municiones utilizadas y la carga incautada.

Según el Journal, el paquete liderado por las aerolíneas tiene como objetivo ofrecer a Trump un abanico más amplio de opciones si autoriza ataques en Venezuela.

Los analistas citados por el Journal advierten que si los ataques aéreos no logran forzar un cambio inmediato, podría producirse una escalada, aumentando así los riesgos para Washington y la región.

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