El ocaso de la cultura woke: ¿Un replanteamiento del progresismo contemporáneo?

por | Sep 9, 2025 | Opinión

El 27 de enero de 2024 marcó un episodio significativo en la dinámica global de lo políticamente correcto: un quiebre en una narrativa que, durante años, se presentó como vía privilegiada hacia la inclusión y el progreso social. Más que un simple retroceso, este hecho evidenció la necesidad de replantear cómo se implementan las agendas de justicia social y hasta qué punto deben estar sustentadas en consensos amplios y no en imposiciones unilaterales.

El punto de inflexión se reflejó en la suspensión de ciertos programas de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), decisión que generó debates sobre la legitimidad de vincular fondos de cooperación internacional con parámetros ideológicos específicos. Para algunos sectores, esta medida simbolizó un distanciamiento de visiones percibidas como restrictivas al disenso; para otros, la conclusión de una etapa que, aunque bien intencionada, desatendió la pluralidad de opiniones.

¿Qué significa ser woke?

El término woke nació en la década de 1930 dentro de comunidades afroamericanas, donde designaba a quienes permanecían alertas frente a la injusticia y la discriminación. Décadas más tarde, especialmente con el movimiento Black Lives Matter, adquirió un nuevo vigor como símbolo de conciencia frente a las desigualdades raciales y sociales.

Con el tiempo, el concepto se extendió a causas como la equidad de género, la diversidad sexual y la justicia económica. Sin embargo, diversos estudios —como uno publicado en 2021 por el Pew Research Center— reflejan que aproximadamente la mitad de los estadounidenses perciben que el activismo woke ha llevado demasiado lejos la corrección política, generando inquietudes sobre la censura de perspectivas divergentes.

Lo que comenzó como un llamado legítimo a la justicia social derivó, según críticos, en un clima de intolerancia a la discrepancia. En palabras de John Stuart Mill: “toda verdad que se prohíbe debatir termina por volverse dogma”.

Regulación de medios digitales: ¿nuevo eje de debate?

Uno de los aspectos más sensibles ha sido el rol de los medios digitales y redes sociales. Plataformas como Twitter, Facebook y YouTube han afrontado críticas sobre sesgos en la moderación de contenidos. Informes como el del Media Research Center (2022) sugieren que un porcentaje considerable de los casos de censura ha recaído sobre voces críticas del progresismo radical, lo cual genera debates sobre la imparcialidad de los algoritmos y los marcos regulatorios.

En paralelo, la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea (2022) ha reforzado obligaciones para retirar contenido considerado “problemático” en plazos cortos. Aunque con la finalidad de contrarrestar la desinformación, la ambigüedad de los criterios planteados invita a reflexionar sobre el riesgo de restringir, de manera indirecta, el debate democrático.

El delicado equilibrio entre tolerancia y libertad

El debate sobre la cultura woke ha mostrado cómo la intolerancia, aun en nombre de la tolerancia, puede derivar en prácticas excluyentes. Casos como el del psicólogo canadiense Jordan Peterson ejemplifican la tensión entre libertad de conciencia y normativas que, con el fin de proteger derechos, pueden ser percibidas como coercitivas.

George Orwell lo sintetizó magistralmente en 1984: “El partido decía rechazar la evidencia de sus ojos y oídos. Era su orden final y más esencial”. La vigencia de esa advertencia resalta la importancia de mantener abierto el diálogo y de evitar que la diversidad de pensamiento sea sofocada por etiquetas simplistas.

Más allá del woke: prioridades para el futuro

El retroceso de ciertas prácticas vinculadas al woke no debería interpretarse como el fin de la búsqueda por sociedades más justas, sino como un llamado a replantear la estrategia: cómo lograr inclusión sin sacrificar pluralidad, cómo garantizar justicia sin comprometer la libertad de expresión.

Como recordaba Juan Pablo Duarte: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices”. La verdadera justicia, en el ámbito informativo, exige condiciones equitativas para todas las voces. Y como advirtió George Washington: “Si la libertad de expresión nos es arrebatada, seremos llevados, sordos y silenciosos, como ovejas al matadero”.

El desafío, en adelante, es no repetir los excesos que se critican y encontrar un equilibrio entre proteger derechos, garantizar libertad y preservar el debate público abierto. Solo así el ocaso de una ideología se transformará no en la imposición de otra, sino en el renacimiento de un diálogo democrático más maduro y plural.

Autor: Cesar V. Polanco Reynoso

Abogado

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